
Bebo Valdés entró en Tropicana en 1948. Un pianista que tocara allí tenía que saber música suramericana, zarzuela, jazz, el repertorio cubano... A finales de los cincuenta, Chucho estaba en todos los ensayos. "Andábamos todo el día juntos. Iba conmigo a todas partes (Bebo baja la voz), hasta a buscar hembras". Bebo Valdés grabó un disco en español de Nat King Cole -yo fui el que le enseñé, aunque nunca aprendió a decir cachito, decía cachirou-, y en 1959, dirigía la orquesta Sabor de Cuba, con Chucho al piano. Los cantantes eran nada más y nada menos que Pío Leyva, Fernando Álvarez y Rolando Laserie.El piano es una extensión de ambos. "Si me lo quitan es como matarme", confiesa Bebo. "Cuando no tenía piano en Cuba, me quedaba en la escuela al cierre hasta que los guardas me agarraban y me botaban de allí". "Hay pianistas que tocan muchas notas y son genios", explica Chucho. "Ejemplo, Art Tatum. Hay otros que no tocan muchas notas y también son genios, como Monk. Yo, en la teoría de mucho y poco no creo. Me preocupa más la originalidad. La improvisación es como una conversación. Hay momentos que tienes que hablar despacio. Y si te emocionas, pues hablas más fuerte y hasta puedes hablar muy rápido. Estoy en contra del que toca para el aplauso, para impresionar. Hay dos tipos de virtuosismo. El del poder de síntesis lo tiene Bill Evans, el gran poeta; el del poder de tocar un millón de notas, todas con swing, y dentro del tiempo, Oscar Peterson".Para rodar el documental 'Old Man Bebo', Carlos Carcas ha seguido a Bebo Valdés durante siete años. Y se pasó nueve meses montando las 200 horas de material a partir de viejas fotos, entrevistas con hijos, hermanos y amigos, filmaciones añejas... "Vi un retrato mío de 1948 y no me conocí", asegura Bebo. Y Chucho, bajando la voz: "Hay otra foto que yo traje en la que él está con una tremenda mulata abrazado. Y le dije: 'mira, hmmm". Bebo se ríe: "Bueno, de eso ha pasado ya una tonga de años". "Desde que él y el hermano tenían 13 o 14, yo me levantaba por la mañana cuando estaban dormidos, y para joderlos, tiraba de la sábana. Y veía que había semen... Que los muchachos (con la mano, Bebo hace el gesto de masturbarse). Hablé con unas amigas mías que tenían el lugar para eso, y les dije: 'yo lo pago por adelantado, pero tienen que tener los dos esto que ya tú sabes (simula ponerse un preservativo)'. Un domingo me los llevé y los puse con ésta -a Chucho- y con ésta -a Raúl-. Y de ahí, los domingos les daba cinco pesos a cada uno y ya iban solos. Es lo único que podía hacer un padre por un hijo ¿no?". Chucho agacha la cabeza tapándose la cara con la palma de la mano.Se reencontraron en 1978 en Nueva York, en una cafetería de la Séptima Avenida. "Yo sabía desde hacía una semana que Bebo estaría allí. Muchas emociones. Iba a verle después de 18 años, a conocer a Bill Evans en persona y era el debut de Irakere en Estados Unidos, en el Festival de Jazz de Newport". Bebo se dejó sus buenos dólares en el concierto del Carnegie Hall, invitó a todo el mundo. "En el camerino, un tipo que me dijo: 'usted ve cómo Cuba hace a los músicos...'. Y me fui". "Deja la política, túmbala", le pide Chucho.Chucho Valdés tocó con el grupo Irakere en Estados Unidos gracias a las medidas del presidente Carter. Ya no pudo volver a hacerlo, por las prohibiciones, hasta 1987. "Hazte idea que esa prohibición hubiera existido en la década de cuarenta. No se hubieran encontrado Mario [Bauzá], Machito y Chano Pozo con Parker y Gillespie, el bebop con la cosa afrocubana. Cuando tú prohíbes el arte estás parando el desarrollo de la cultura". En Estados Unidos le tratan de maravilla. Le admira gente del cine como Jack Nicholson, Sidney Pollack, Whoopi Goldberg... "Tengo una foto peleando con Mohamed Alí. En el 96 yo estaba trabajando en un club de Nueva York y él supo que era mi cumpleaños. Me invitó a comer en un restaurante. Me regaló la trusa [calzón] y los guantes".Irakere, el grupo que Chucho creó en 1973, ha dejado su impronta en el jazz latino y la música cubana bailable. Como ya hiciera Bebo con su orquesta del batanga, usaba la polirritmia de los tambores batá, legado de los yorubas que llegaron como esclavos a Cuba. "Ha sido una escuela de cuatro generaciones. La favorita mía fue la primera con Paquito [D'Rivera], Sandoval [Arturo], Varona y Averhoff. La sección de metales más importante y más violenta que yo haya escuchado. Tenía que vivir con el lápiz en la mano y tratando de complicar más las cosas para ver si me daban un descanso. La gente decía: 'es que en Irakere los arreglos son muy complicados'. ¡Claro! ¿Qué le puedo escribir a Arturo? ¿Qué le voy a escribir a Paquito? Podían tocar cualquier cosa haciendo chistes".En 1990, cuando Bebo supo que su hija Mayra Caridad iba a actuar en un club de París, cogió un avión en Estocolmo. "Cachita estaba cantando y al presentarme en la sala se echa a llorar. Subo al escenario y le doy un abrazo, pero no se le quitaba. Yo la dejé de cuatro años en Cuba. Me dijo: 'acompáñame en un número'. Toqué y llantos y más llantos", recuerda. "La otra hija, Miriam, tenía una hija que yo sabía que estaba en estado y quería verlas. Fui hasta Blois, donde vivía la nieta. Nunca la había visto. A las siete de la tarde le entran los dolores y una hora después nace la niña. Mi bisnieta. Hay una foto en el hospital en la que estoy con ella en brazos, mi hija a un lado y mi nieta al otro. Cuatro generaciones. Eso no se me va a olvidar jamás".Mientras el mambo recorría el mundo, el batanga de Bebo resultó un fracaso. Le duele todavía. "Porque me costó mucho trabajo hacerlo y muy poco desbaratarlo". Fue a los cabildos a escuchar los tambores rituales. Tomó uno de los ritmos sagrados y le cambió algunas cosas. El fracaso, curiosamente, empezó con éxito. Los dueños de la Cadena Azul de radio contrataron a la orquesta del batanga para tocar los domingos. Había colas de una cuadra y media para entrar en el estudio de la calle Prado. "Se llenaba el auditorio, 1.200 personas, pero nadie [se refiere a patrocinadores] compró eso y se acabó".Chucho Valdés, que acaba de grabar discos con Charles Aznavour y Pablo Milanés ?"acompañar es más difícil que tocar solo. El pianista tiene que servirle la mesa al cantante para que se sienta bien"?, dio su primer recital en 1993 en Montreal. "Las piernas me temblaban. Yo tocaba con Irakere y no estaba acostumbrado. Y menos en un festival con Herbie Hancock, Chick Corea, Jarrett? Busqué mi identidad en el tumbao cubano y en hacer versiones. Ahí me di cuenta de que sí podía hacerlo". Años más tarde, también en Montreal, lo programaron en la iglesia de la Santísima Trinidad, templo de concertistas clásicos. "La directora me dijo: 'mira, si no te aplauden, no te asustes, y si se va la mitad de la gente, tampoco porque ayer tocó un pianista de jazz muy importante y se fue casi todo el mundo'. Yo pensé: '¿qué voy a hacer ahora?'. Primero toqué Les feuilles mortes al estilo barroco y cuando terminé con un preludio de Bach el público se puso en pie y empezó a gritar. Entonces le metí tumbaos a Debussy. Hice lo que me dio la gana".En Nueva York, este pianista torrencial ha grabado discos como Live at Village Vanguard ?en cuarteto? y Solo en el Lincoln Center: "Estaba todo vendido hacía semanas y hubo reventa con tiques a 500 dólares". "Cada vez que yo tocaba en Nueva York había un señor mayor que estaba sentado allí. En 2000 me cita Blue Note para hacer un disco. Y en las oficinas estaba ese señor. Me dice: 'quiero que grabes un disco de piano clásico'. Era Max Wilcox, el representante que le grabó a Arthur Rubinstein los últimos 17 años de su carrera. Mandó buscar un Steinway que había en Washington y a un ruso que era el mecánico del piano. Yo lo probé y estaba maravilloso, pero el ruso dijo que no estaba bueno. Esperé cinco horas a que terminara de cuadrar el piano. Y cuando le puse la mano era increíble. Nunca oí sonar un piano así, nunca", confiesa.En 'Old Man Bebo' dice: "Nadie como yo sabe del talento de Bebo". "El Bebo que yo conozco, que no es el que ustedes conocieron, que es maravilloso, es el Bebo que se sentaba en la cocina y terminaba arreglo tras arreglo a una velocidad y con una calidad fuera de serie; el Bebo pianista de la lectura increíble de una partitura a primera vista; el Bebo genial director de orquesta, de la mano segura. Ése es mi héroe. Yo me aprendí todos los solos de piano de todos sus temas de tanto escucharlo. Y todavía me los sé. La cadencia que tiene tocando es irrepetible". Bebo opina -"y no como padre"- que Chucho es hoy el pianista más completo de todos porque puede tocar cualquier cosa. "La técnica que tiene, eso es para regalarlo". "Aprendí lo que me enseñó el señor [Chucho mira a Bebo sentado al otro lado de la mesa]. Si salí bueno, malo o regular, échenle la culpa a él" [se ríe].En Suecia, hace veinte años, un médico le comunicó a Bebo que por un problema de vértebras no volvería a tocar. "Sólo muerto", le dijo (se ríe al recordarlo). A veces le duele la espalda, y hace siete veranos sufrió una trombosis, pero asegura que va a tocar hasta el día que se muera. "Me quité una vez y a los tres días estaba loco. Yo no puedo estar encerrado en casa, mirando, ésa no es mi vida. Empecé muy temprano, así que cuando me vaya, que sea tocando el piano. Y de golpe, pum, y fuera".Alguna vez pensé que no volveríamos a vernos y ahora tenemos la oportunidad de estar juntos y poder grabar lo que hacíamos en casa dijo Chucho. Quizá sea una recompensa a todos aquellos años de incertidumbre". Quien habla es Jesús, Chucho, Valdés, uno de los más grandes pianistas del mundo. Para él, la gira y la grabación con Bebo significa algo muy especial. "Siempre traté de que mi papá se sintiera orgulloso de mí, porque era mi maestro, el músico que yo más he admirado".
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