Nacido el 30 de septiembre de 1946, Héctor Juan Pérez Martínez, su nombre de bautismo, vivió atado a la música desde pequeño, influenciado por la pasión artística de su madre, Leslie Martínez ("Pachita"); su padre, Luis Pérez ("Lucho"); y su abuelo, el trovador Juan Martínez, todos aficionados a la canción popular. Cuando tenía 3 años de edad fallece su madre y este seria el primero de tantos golpes fuertes que mas tarde sufriria. A sus 14 años, Héctor Lavoe reunió a un grupo de diez amigos músicos para cantar por las calles de su pueblo. Tres años más tarde, decidió partir a la ciudad de Nueva York para "probar fortuna", impulsado por las dificultades económicas de su familia y el dolor del desarraigo que aún conservaba por el fallecimiento de su madre. El 3 de mayo de 1963 arribó a la urbe neoyorquina. Colmado de sueños y con el único propósito de cantar en una orquesta, el joven de apenas 17 años fue a parar a casa de su hermana Priscilla, en el barrio del Bronx. Recien que un año mas tarde, un reencuentro con su amigo de infancia Roberto García, líder de un conjunto musical, le produjo su primera oportunidad artística, aunque en participaciones esporádicas.
Después de trabajar en algunas orquestas como corista y maraquero, en 1967 conoció a Johnny Pacheco, quien luego de escucharlo cantar le presentó al joven trombonista y arreglista Willie Colón, quien buscaba un vocalista para la grabación de su primer álbum, "El Malo". Pacheco jamás pensó que ese junte unía a las dos estrellas más refulgentes que tendría la salsa en la primera etapa del desarrollo de la nueva familia discográfica de la Fania. El binomio Héctor Lavoe y Willie Colón trastocó los patrones rítmicos que marcaron el compás del nuevo género salsero, hasta entonces dominado por un sonido agresivo. Esta unión lanzó una nueva propuesta musical que combinó el tono pícaro e hiriente de la voz del cantante ponceño y su apego a las melodías de la canción tradicional boricua, con el interés del intrépido trombonista de proyectar en su trabajo la evocación nostálgica del sonido de las raíces de la música puertorriqueña. Así, el orgullo campesino logró un espacio en el mundo salsero que se curtió en la diáspora, combinado con composiciones modernas y matizadas por fraseos y frases típicas de la ruralía, como el famoso "lelolai". Héctor Lavoe y Willie Colón triunfaron porque, además de cautivar con su propuesta artística, lograron sembrar la imagen de niños malos del barrio. Se abrieron paso contando sus historias, como si se tratara de la consignación de un texto social que relataba las vicisitudes del emigrante. Este junte duró 7 años, produjo 10 discos y sentó pautas con éxitos como "Ausencia", "Cheche colé", "Juana Peña", "Barrunto", "Abuelita", "La Murga", "Piraña", "Soñando despierto" y "Todo tiene su final".
En 1973, Willie Colón optó por disolver su orquesta cansado de los descontroles y los desórdenes de la vida un poco turbia que llevaba Héctor Lavoe, no sin antes recomendarle que armara su propia banda, para la que le ofreció sus músicos y se mantuvo como productor de sus discos. Sus influencias salseras las adquiere de Cheo Feliciano, Ismael Rivera e Ismael Quintana. Héctor Lavoe comienza una nueva etapa en su vida con la aparición, en 1975, de la producción "La voz", que incluyó su primer éxito en solitario, "El Todopoderoso". De ahí deriva si nombre artístico “Lavoe”. Por su talante como improvisador se ganó los nombres de "El cantante de los cantantes", "El Bad Boy de la Salsa", "El Cantante", "El jibarito de Ponce" y "El rey de la puntualidad", este último porque nunca llegó temprano.
Nunca exhibió aires de arrogancia y siempre fue humilde. Luego, en 1976, lanza "De ti depende", con el clásico "Periódico de ayer", justo cuando ya era considerado como el mejor cantante puertorriqueño de salsa de Nueva York.
Su vida, sin embargo, anduvo en sobresaltos y los malos andares le provocaron un retiro temporal de los escenarios para someterse a un tratamiento contra la adicción a drogas.
Meses más tarde, regresa recuperado a complacer a su público con el álbum "Comedia" (1978), uno de los más exitosos en su carrera que incluyó los temas "La verdad", "Comedia" y "El cantante", este último escrito por Rubén Blades. A esa producción le siguió "Recordando a Felipe Pireda" (1979), "Feliz Navidad" (1979), "El sabio" (1980), "Qué sentimiento" (1981) y "Vigilante" (1983), que incluyó el tema "Juanito Alimaña", escrita por Tite Curet Alonso y que en la voz de Héctor Lavoe se consagró como una oda más a la historia de "maleantes honorarios".
En 1985 publicó "Reventó", con los éxitos "La vida es bonita" y "La fama", y en 1987 lanza su último trabajo en solitario, "Strikes Back", que incluía el tema "Loco", en una abierta manifestación de deshago. Tras cada interpretación, imprimió el estilo callejero y desafiante que representó, adornado con su amplio refranero popular y su tono de "poeta de la calle". Vivió su vida en sobresaltos y sucumbió ante las drogas. No solo sufrio el asesinato de su hermano, en 1987 su suegra fue asesinada, su padre fallece y su hijo mayor, Héctor Luis, muere a los 18 años de edad de un disparo accidental que le produjo un amigo.
A principios de 1988 se le diagnostica que padece de sida.
Tras tantas desgracias, después del fracaso de un recital, regresó al hotel Regency de San Juan, donde pernoctaba, y el domingo 26 de junio de 1988 se lanzó al vacío desde el octavo piso. Este hecho marcó el ocaso de una vida gloriosa y atormentada que postró al salsero y lo dejó malherido, al punto de malograr sus cuerdas vocales. Tras el incidente, intentó volver a cantar sin éxito y sin que nadie se compadeciera de su pena. Siempre hubo sedientos productores que en su afán de lucro lo presentaron en conciertos, aunque apenas podía entonar sus afamadas melodías.
El mediodía del 29 de junio de 1993, cinco años después de mal intentar su intento de suicidio, murió en la ciudad de Nueva York. Sus restos fueron trasladados a Puerto Rico y reposan junto a los de su esposa y su hijo.
En la historia de la salsa, Héctor Lavoe encarna el diálogo entre el sentimiento callejero y el hombre de barrio que esconde las virtudes y desventuras de la sociedad que lo abrigó. De cantar dulce e hiriente, plasmó en su voz el retrato de la vida de los puertorriqueños que emigraron a Nueva York desde mediados del siglo pasado con la ilusión de reinventar sus vidas y quienes hallaron un mundo colmado de violencia, marginación y desigualdades.
Logró su sitial de "representante del pueblo" por la autenticidad que mostraron sus versos y porque, ante todo, nadie dudó que era un conocedor de las calles a las que le cantó, que fue reportero y protagonista de muchos de los sucesos que contó y que sus pasos transitaron por los barres más ordinarios del barrio boricua, junto a los suyos. Gozó de una dicción clara, que se añadía a su virtuosismo en la improvisación y que le permitía moldear las líricas de sus canciones con una creatividad indiscutible, triturando los versos hasta convertirlos en nuevos textos musicales.
martes, 30 de septiembre de 2008
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